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Primera
Hay un edificio antiguo y señorial, en la calle Maipú cerca de Plaza San Martin, con un ascensor, también antiguo, y tan señorial que cuenta con un sillón para dos personas, empotrado en una de sus paredes.
Este recuerdo personal viene a cuento de la evolución que fueron transitando los edificios y sus ascensores.
Al principio, cierto botón tenía la sigla «PB», y todos identificaban con sencillez a la Planta Baja, algo así como la planta principal.
Mas tarde, en su lugar, apareció el símbolo «0». El diccionario, siempre tan eficaz, define al cero como «signo sin valor propio». Como si ese piso hubiese sido devaluado…
Y finalmente llegaron los edificios «inteligentes». O mejor dicho, los edificios inteligentes, como dicen los arquitectos, con la mayor seriedad.
La botonera de sus ascensores tiene ahora pulsadores cuadrangulares, y el otro día vi uno con una sospechosa letra «L». Antes que pudiese conjeturar si identificaba al piso de la libertad o al del libertinaje, el edificio inteligente, haciendo honor al calificativo, con voz de ultratumba, habló y dijo:
LOBBY
Ahora si, la señorial Planta Baja había sido adecuadamente globalizada.
Y se va la segunda

Si mal no recuerdo, al lugar donde se hacía o vendía pan y facturas, se lo llamaba, simple y sencillamente, panadería.
Sin embargo, ya pude ver uno con un tremendo cartelón de BREAD FACTORY, aquí, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Versiones extraoficiales informan que los asesores de imagen contratados por los dueños del local les habrían sugerido agregar otras dos menciones: «Sale off de vigilantes» y «Outlet de bolas de fraile».

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