Galimatías

Uno suponía que la invasión del idioma inglés producía la mayor deformación en nuestro lenguaje, noción que sigue siendo válida. Pero a esto se agregó, en estos tiempos de pobreza generalizada, la suprema pobreza coloquial, ¿viste bolú? Y, por si todo esto fuera poco, agregamos a la oferta un tercer producto. Gracias a los invalorables servicios de la televisión intercontinental y de Internet, ya está sonando en nuestros oídos… ¡el español de los españoles! Mientras por un lado modulan puntillosamente los misteriosos matices de la «ese», la «c» y la «zeta», por el otro nos regalan «oservar» y «la costa de Lusiana» (por Luisiana) (dos personas distintas, en el mismo noticiero televisivo de hoy). También leo una carta de un distinguido catedrático español, justamente sobre temas del idioma, donde estampa «para no hacer mas distensiones…» (¿no serán «distinciones»?).

Al mismo tiempo, en un reportaje a Héctor Alterio, actor que salta frecuentemente el charco (antes «saltar el charco» era cruzar el Río de la Plata, ahora parece que habrá que aplicarlo al Atlántico, oceáno que los peninsulares llaman «Alántico»), comenta que a los españoles les produce «ternura» y les «divierte» oir el modo en que se expresan los argentinos…
En fin, mientras nuestros primos se «divierten», al guiso idiomático se siguen incorporando nuevos ingredientes. Esperemos que no llegue a ser incomible

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