Catarsis

El teatro es el primer antídoto que inventó el hombre para librarse de la angustia de vivir. (Vittorio Gassman)

No soy crítico de teatro, ni procuro aquí serlo. Solo quiero transcribir impresiones de un espectador profundamente interesado en el hecho teatral.

Cuando en una persona (en este caso Norma Aleandro) confluyen una particular serie de circunstancias, como la de ser hija de una pareja de actores, tener una extensa trayectoria de actriz de cine y teatro, haber incursionado en la dirección teatral, y tener vocación y capacidad para escribir ficción (descontando que cada uno de estos factores potencia a los otros), es razonable esperar resultados brillantes de su actividad. Pero además, como todos los argentinos, está inmersa en esta cruel y absurda realidad que nos ha tocado vivir. Entonces, como autora y directora, planta frente al público una sarcástica y sombría ceremonia tribal («De rigurosa etiqueta»), y el espectador sensible se ve sacudido por la tragicomedia argentina en toda su crudeza.

Para completar la frase de Gassman al comienzo de este comentario, recuerdo una definición que escuché en una oportunidad: «El actor es una especie de exorcista, que presta su cuerpo al espectador, para que, a través de él, el espectador pueda sacar a la luz a sus demonios interiores».

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